25 de mayo del 2014.-
Mi madre fue una esbelta mulata de frágiles ojos canelos que
no se cansaban de mirarme, y de sonrisa dulce que nada lograba interrumpir.
Sus manos laboriosas que nunca se agotaban, parecían flotar
mientras, sobre mi cabeza, paseaban una y otra vez derrochando ternura. 
De optimismo a prueba de tribulaciones, creaba salidas,
siempre viendo luz; ella fue oasis mágico que endulzaba mi existencia toda. 
No dolían sus castigos, eran dulces sus reproches; y hasta
al más humilde de todos los bocados, su magia convertía en manjar de
dioses.
Con su muy singular sabiduría, no albergaba odios, jamás ofendió; repartía todo cuanto poseía, y ponía los agravios en manos de Dios.
Con su muy singular sabiduría, no albergaba odios, jamás ofendió; repartía todo cuanto poseía, y ponía los agravios en manos de Dios.
Hasta que su corazón, el pobre, cayó dormido una noche
cualquiera, a las 10: 15; tal vez agotado de tanto  amar, ¡que era amorosa en
derroche la morena!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario