…a Doña Milagros y a Julio Cordero.
Por:
Roberto Fulcar
El domingo 6 de julio, en el Acto de
lanzamiento de la Convergencia.
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Un
día después de que el Partido Revolucionario Mayoritario, cual gladiador romano
vuelto grande antes de nacer, pujaba contra el caparazón de la Alianza Social
Dominicana, procurando salir para en su manto dar albergue a toda la dignidad dejada
sin hogar tras el secuestro del otrora paladín de la democracia, el Partido Revolucionario
Dominicano, el corazón de Julie Ares cesó de latir y se marchó antes de ver el
parto al que apostó con tanto amor.
Apasionada
y militante, Julie llevó en hombros, con orgullo y dignidad, la herencia de sus
ancestros -tanto los Ares como los Guzmán-, antitrujillistas,
antibalagueristas, demócratas, progresistas, dignos. Una familia ejemplo de la
lucha que se lleva por convicciones, no por resentimientos.
Ella
comprendió lo que mucha gente ignora, que el recuerdo es más largo que la vida,
que la impronta trasciende la tumba, y que no es rentable en trascendencia
vivir sólo para el día presente, porque ese comienza a terminar cada vez que le
amanece.
Gran
madre y un buen poco de padre, exquisita y leal, en Julie tuvimos siempre a una
compañera militante, a una dirigente orgánica de causas y de propósitos. Con
ella compartí muchas jornadas, la ví cuidar de sus hijas, amar a sus hermanos,
ser infinitamente leal a Milagros Ortiz Bosch, hablar con orgullo de su hermano
y mi amigo José Delio, mofarse de Julio Cordero, y siempre estar ahí,
nítidamente presente.
Hace
unos días expurgaron de una lista del PRD los nombres de toda su familia, la
que fue en momentos difíciles, antes de los negocios, horno de perredeismo. Como
en “La Niña de Guatemala”, no sé si Julie murió de pena por la afrenta, o si
muró de amor a la democracia y la dignidad.
Desde el exterior,
Julio 17 de 2014.-
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