75 Años Esperando por el Día del Maestro
Por:
Roberto Fulcar, Ed.D.
Hace ya 75 años de ese día 6
de junio de 1939. El licenciado Virgilio Díaz Ordóñez era el Secretario de
Estado de Justicia, Educación Pública y Bellas Artes, cuando se emitió la
Resolución No.6-39, consagrando oficialmente el 30 de junio de cada año como
Día del Maestro.
Setenta y cinco años después, la intencionalidad
atribuible a esa iniciativa aún no ha encontrado concreción, pues la sociedad dominicana,
cursando ya la segunda década del siglo XXI, utiliza aún a sus educadores y
educadoras cual servilletas a las que, después de limpiarse las manos con
ellas, se les tira al zafacón.
Desde la entrada al sistema de educación, pasando por el
difícil transcurrir de su ejercicio durante décadas, hasta la salida por
jubilación, por pensión y bajo cualquier otra condición, el magisterio -como profesión,
como carrera y como desempeño-, está lejos aún de ser apetecible para nuestros
jóvenes, especialmente para los más talentosos.
Igual ocurre si se ejerce en cualquiera de los niveles,
modalidades y sectores de la educación, lo común y lo esperable es que las
limitaciones materiales acompañen al educador durante todo el trayecto de su ejercicio.
Eso lo saben nuestros jóvenes al ingresar a las universidades, por eso no les
atrae estudiar educación si tienen posibilidades de abrazar otra carrera con mayores
expectativas de colocación laboral; también lo saben sus padres, que no les
motivarán a inclinarse por el magisterio, y así lo sabe su entorno, por las
mismas motivaciones.
En un sistema educativo caracterizado en estos 75 años
por la escasez de todo (excepto de presupuesto en los últimos dos años, luego
que, teniendo como contexto una sociedad mayoritariamente empoderada del
reclamo por el cumplimiento de la Ley General de Educación, asignando al
sistema educativo el 4% del Producto Interno Bruto), nuestro magisterio ha
tenido que cargar con la demanda de educación de calidad, en un contexto endógeno
y exógeno que no le facilita generarla.
Devengando bajos salarios, la mayoría sin un techo
propio, sin oportunidades para capacitarse, actualizarse y recrearse sanamente;
sin adecuados incentivos profesionales y sin el debido reconocimiento oficial;
pero también con medios e insumos educativos que hacen casi imposible una
práctica docente digna y decorosa; mientras el sistema de retiro no le permite
una vejez digna y tranquila, el magisterio nacional carga con una dura vida de
limitaciones y prohibiciones.
Esta fecha ha de inspirar el reconocimiento al rol que
juegan nuestros educadores y educadoras, en tanto forjadores de valores en
nuestros niños y adolescentes, y baluartes en la construcción de la conciencia
de la Nación, es propicia para que la sociedad revise el trato que da a los
segundos padres y madres de sus hijos.
Quiero llevar hoy a mis inseparables colegas educadores y
educadoras mi pensamiento más alentador, cargado de optimismo y esperanza, bajo
la certeza de que alcanzaremos el día en que cambiaremos esta dura realidad por
una más feliz y fructífera. Es una invitación a llevar nuestro trabajo con la
frente en alto, reiterándonos en lo que somos.
Santo Domingo, República
Dominicana
30 de junio de 2014.-
30 de junio de 2014.-